Es una costumbre extraña, la de coleccionar pensamientos. No hablo de esas ideas de magnitudes colosales como la invención de la rueda o el descubrimiento del átomo o del inconsciente, sino de aquellas chispas neuronales que a cada rato nos visitan con ocurrencias extravagantes y absurdas. No es posible desprenderse de ellos ni mucho menos dejarse conducir por ellos; por lo que resulta doblemente extraño intentar coleccionarlos. Son aquellos pensamientos que nunca nos harían gritar su autoría, muchas veces nos avergüenza el sólo hecho de su ocurrencia, y a los pocos segundos olvidamos que existieron.
Hoy por ejemplo anoté en el cuaderno, del que no me desprendo ni un segundo, doce mil quinientas ocurrencias nimias. De estas les leo un fragmento para darles una idea de lo que se trata:
“Hace más de tres meses que este cepillo de dientes cumple su función, por lo tanto es hora de decidir su extremaunción”; “¿En qué momento se duplicó la población de cucarachas de la cocina?, ya supera a la media de hormigas del patio”; “Su cuerpo recostado, el mechón de pelo cubriéndole la mitad del rostro, las muletas al lado del ropero” (sobre esto anoté en el margen del cuaderno “recortar los pensamientos de índole sensual por cuestiones de espacio y tiempo”; así que prosigo después del recorte): “Que pasaría si nos pidieran una moneda a cambio de cumplirnos un deseo, disfrazados de Genios, y no vinieran con las zapatillas rotas”; “Imposible cruzar calle Rioja, sin un semáforo”; “Estamos asistiendo al funeral de la lógica, engalanados, engolosinados, aglutinados y con olor a rancio y a descafeinado”.
Ya sé que van a pensar, cómo debe estar esa cabeza para pensar tantas nimiedades, qué perdida de tiempo, hasta yo lo pienso, así que no importa.
Más abajo dice “Por qué leí tantas veces el Infierno, y me interesaron mucho menos las otras dos partes”; “Cómo se llama el escritor de esta novela, Moulin Rouge, recuerdo el nombre del protagonista, Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Monfa Tapié de Celeyran, conde de Toulouse-Lautrec-Monfa, pero no el nombre del escritor que escribió la novela biográfica”; “Existe este género literario o lo estoy inventado”; “Mi mente ahora se puso en blanco, pero no está realmente en blanco porque se da cuenta de que está en blanco, si realmente estaría en blanco estaría inconsciente, si sigo pensando que mi mente está en blanco se va a convertir en una nebulosa y va a seguir en este estado de extrema blancura, es cómo cuando te preguntan ¿qué estás pensando? Y respondés nada, cómo te voy a explicar que mi pensamiento va a hacía adelante y se va renovando cada segundo, ni que en el preciso momento en que me preguntaste qué estoy pensando, dejé de pensar en lo que estaba pensando para pasar a pensar en otra cosa, cómo por ejemplo, por qué me hacen esa pregunta tan seguido (alguien que sepa leer jeroglíficos para la mesa cuatro, la propina es mala y puede ser devastador), no sé sí realmente hacen falta más aclaraciones sobre este punto, está más que blanco, perdón, más que aclarado”; “¡Pierre la Mure!, por fin…”
“Hay que ejercitar la memoria: tráquea, omóplato, fémur, húmero...cóccix...carpos, metacarpos, falanges, eeemm....tarsos, metatarsos, falanges....eemmm... columna verteeeebralllllll.... tibia, peroné, radio... vértebras lumbares, cervicales y toráxicas...eeemmm... mandíbula, pelvis, sacro, clavícula, cráneo...calcáneo…etcétera, etcétera, etcétera”
Creo que lo que leí es más que suficiente para que se hagan una idea del libro. Las entregas son semanales, van a encontrar las versiones completas, sin recortes, todos los domingos en su kiosco de confianza.
N. de R: el discurso del autor desconocido se transcribió tal cual como fue dado un domingo de agosto, en una plaza pública, bajo la lluvia, después de un recital de trip-hop.
L.M