Es posible que hoy no quiera hacer una apología de mí misma. Que los espejos se hayan roto de tanto mirarse. Que el aire mismo se haya cansado de mi respiración...
Pero. Espero. Eso que percibo es tan agudo, tan agudo y tan hondo, el chillido, el sonido ultrasónico. Da vueltas en la órbita cuyo sol se desplaza lentamente-casiimperceptible, de manera que no sabe que gira en la órbita cuyo sol no sabe que se desplaza, y lo arrastra.
Es posible que lo haya causado un exceso de subjetividad, un exceso de introspección, un exceso como cualquier otro. Un vicio como cualquier otro. Cuyo coma narcótico surja de la entrañas de manera imprevista, y brutal. Cuya pesadilla enmarañe los efluvios de la inconsciencia y forme una nebulosa. Abismal.
Es posible que hoy quiera servir un banquete freudiano y que mañana quiera reírme de las sobras y de los platos sucios. De la corrupción del comedor. De la mancha en la camisa, en la corbata y en la pollera. Del suelo y de todo lo que esto implica. De los dolores de cabeza y de la indigestión provocada.
Pero (es...pe...ro). También es posible que sólo quiera celebrar ese banquete, invitar a Fedro a discutir acerca de Eros (a él y a todos los otros), o preguntarle si se encontró con su otra mitad. No, no esa mitad. La mitad que alguna vez matamos. O mejor dicho. Que creímos que alguna vez matamos. Pero la encadenamos a una bicicleta con rueditas.
Tampoco esa mitad, o, también, esa otra. Creímos que era posible matarla (¿esto, acaso, no es también violencia?). Su funeral lo celebramos para los testigos y una vez despejado el cementerio dejamos al muerto sólito para que respire. Sólito y olvidado, como los demás muertos. Pero aún respiraba y su aliento era tibio como el de un recién nacido.
Y sí, también, esa mitad, que dejo una cicatriz enorme y vertical. Visceral y vertical como el eje terrestre.
Hoy no quiero hacer una apología de mí misma. Es posible que este mareada de mi subjetividad. Es posible que mañana no me ría y quiera matar a todas esas mitades que me atormentaron hoy. También podría intentar abrazarlas a todas y descubrir algo acerca de las fusiones. Es también posible que mañana borre del blog este dictado de mi consciencia, porque este post, como los perfumes de edición limitada, es un error de fábrica, o más específicamente, un error de los diminutos seres microscópicos que controlan el correcto funcionamiento de los motores del cerebro (leáse: lubricación de las visagras, engranajes, ajustes de tuercas, de ideas, afinación, represión y sustitución, etc)
El blog en algún momento necesitaba de una apología, pero, afortunadamente, no pudo ser.
Brindo por todo, menos por los últimos dos párrafos.
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