La ciudad pasa, por la ventana del colectivo, como viajante apurado, disperso en el dolor de sus pies fatigados y en su mente deseosa de caminar descalza.
La ciudad pesa, valijas en mano, como gruta de pinturas rupestres y tranvías oxidados, como polvo estelar latente y circular.
La ciudad, toda ella de humo, se mete en tus huesos. Y la respirás, oriundo descuidado, y la exhalás, cuando es imposible la desustancialización. El frío es un estado de ánimo, y tu cuerpo, esclavo de deliciosos caprichos, ardid de un ser malicioso, va a parar al lugar indicado del marco de pestañas. Allí, raíces invisibles se adueñan de los péndulos del reloj colgado de los rayos solares que entibian tu cabellera.
La ciudad, que siempre estuvo adentro de otra, y rodeando otras más pequeñas, se ve tan lejana, pasajera, reluciente en el lugar donde se la busca.
Qué bien escribís en Argentina ¡Envidia me dais!
ResponderEliminarY qué gran verdad, la ciudad dentro de la ciudad.
Un saludo.
Gracias Onironauta, a mi también me gusto lo que leí en tu blog, fue un gran hallazgo. Saludos
ResponderEliminarGenial.
ResponderEliminarAhora ¿por qué separados así los párrafos?....el resabio de una escritora de versos?
Me gustó mucho. Advierto una nueva época en el blog...¿me equivoco?
Se ve que lo mío son las preguntas últimamente...¿no?(la última es para responderme sola la pregunta afirmativamente)
Puede ser que sean resabios (y yo que creía que eran caprichos espaciales inentendibles) y si, definitivamente estoy entrando a una nueva época, en la que lo cómico se superpone a lo trágico, aunque sean una misma cosa.
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