Sí,
una vez fui a una vidente. En realidad fui arrastrada a ella por la
fuerza de la casualidad -o la causalidad, no siempre entiendo la
diferencia. Una persona que conocía había decidido ir a visitar a
una pariente suya con poderes premonitorios y me pidió que la
acompañase, “para ver qué te dice”. Subimos en ascensor los 7
pisos hasta su departamento. Fue la primera vez que vi rejas en el
interior de un edificio, el que me recordó un poco a una cárcel (tengo
pensado hacer un álbum de fotos titulado “edificios-cárceles en
plena orbe”). Las rejas eran blancas y formaban figuras
enrevesadas, laberínticas.
Apenas
entré la vidente me miró de una manera inquietante, fija y
concentrada. Como queriendo leer algo, valga la redundancia. O quizás
yo la miré como pensando que quería leer algo en mí y ella me miró
sabiendo que yo esperaba que ella leyera algo. En ningún momento
expresé mi deseo de conocer mi futuro, por eso me sorprendió que
cuando menos lo esperaba ella tomara mis manos y comenzara a leerlas.
Entonces no habría duda de que lo que dije antes sobre su mirada
había sido impresión mía, porque lo que había que leer estaba en
otro lado. O ya había leído y lo de las manos era su acting.
Sin embargo, había algo en sus ojos, una profundidad oscura e
indescifrable. Una especie de iris opaco. Estaba más que claro que
había alguien que miraba y alguien que era mirado, que los roles
estaban definidos de una forma y no de otra, que yo no podría jamás mirarla a ella.
De
las cosas que me dijo algunas se cumplieron y otras no, por ejemplo
que un conocido iba a recomendarme para un trabajo. Al poco tiempo
(un poco menor del que ella predijo) estaba trabajando y un conocido
me había recomendado…Lo que nunca hubiera podido saber, o no
hubiera querido revelar, porque hay algo de final feliz en la
videncia, es que el trabajo, relucía demasiado...como toda solución
que pretende ser la solución a todos nuestros problemas, huele a
magia amortizada, puro polvo que se desvanece en pocos segundos.
Otra
cosa que me dijo es que en dos años iba a vivir con mi futura
pareja, a la que todavía no conocía. En ese momento había conocido a alguien, por eso pregunté de nuevo si ya lo conocía. Me dijo de
nuevo levantado sus cejas con aires de seguridad que NO. Igual seguí
saliendo con esa persona, pero alguna vez vi flotar a mi alrededor
esa pregunta, de si alguien podía en su sano juicio hacer caso a una
vidente. Digamos, si alguien podría haber decidido dejar a la
persona que está conociendo por la persona que supuestamente va a
conocer, la que le está “destinada”. Pasaron más de dos años,
no conviví con nadie, no tuve esos dos hijos tampoco, ni abrí el
negocio con mi pareja, para resumir en ese tiempo nada
parecía inclinarse a favor de lo que comúnmente se llamaba (porque
últimamente no lo escucho) “sentar cabeza”. Asentarse. Sentarse.
Ser sedentario. Soldarse a una silla, siempre la misma, que a su vez
está soldada, siempre en el mismo lugar. Desde la seguridad del
asentamiento podrían desplegarse alas. Pero en realidad son ramas
absortas en la contemplación de un cielo inconmensurable. Si somos
dos caminemos de la mano, pero no nos sentemos, por lo menos hasta
que nuestras piernas ya no lo resistan, hasta que nuestros cerebros
estén encanecidos y debilitados.
Más
o menos a los dos años, estaba conviviendo con amigos y parientes.
¿Habrá visto mal? Siendo una situación quizás atípica, pudo
haber “leído mal”. Imaginaba la videncia exactamente como eso,
como ver imágenes que podían ser interpretadas o malinterpretadas.
En el fondo quería creerle, parece. Hacer lo posible por encontrarle
un lugar a un relato que no lo tenía.
Cuando
le pregunté por mis estudios, me dijo “vas a hacer lo que vos
quieras”. La respuesta parecía hecha a mi medida. El problema era
desearlo lo suficiente, cosa que normalmente tambaleaba y se
disfrazaba de cosas distintas. Ok, el problema es averiguar si
realmente quiero lo que quiero, o en su defecto, averiguar qué
mierda quiero. Depende de mí, de que mi voluntad harapienta se ponga
a remendar. ¿Si no termino la carrera es porque en realidad no
quiero? La respuesta ahora me parece funcional, y en algún punto
tranquilizadora. Tener la posibilidad de hacer lo que sea que uno
quiera, no simplemente lo que pueda. ¿Habrá sido también psicóloga esta vidente? Al momento
parece que todavía quiero
terminar la carrera...
Hace
poco me contaron sobre una vidente que tenía información bastante
precisa acerca de algo que tenía preocupado a mucha gente. No le
creí, la persona que me contó tampoco, ni ninguna de las personas
que lo escucharon. Me indigné buscando una explicación a su
“videncia maliciosa”: si estaba segura de lo que sabía, ¿por
qué no lo decía a los que podrían haber hecho algo con la
información? Si no estaba segura, ¿para qué lo decía? ¿estaba
segura de que nadie iba a creerle? ¿realmente no intentó decírselo
a quienes importaba?¿adivinó o tuvo suerte como quien juega a la
lotería? Ninguna respuesta cierra, pero prefiero no cruzarme con
alguien quizás infalible. No me interesa saber lo que me espera,
sino sorprenderme, sentarse no tiene ninguna gracia, no existen ni
los finales felices ni las soluciones mágicas y perdurables. Si la
vidente que me “leyó” adivinó algo, es que no iba a creerle o
que en todo caso no quería realmente conocer mi futuro. Sigo
queriendo atribuirle un acierto, es que en el fondo soy optimista. Y
también en la puerta de mi casa, y en la vereda y probablemente
también en el colectivo. Solamente una cosa “vas a hacer lo que
vos quieras, lo que te propongas”, nada más. Aunque parezca
contradictorio la vidente me dijo que el futuro no existe, como algo
ajeno o predeterminado, porque es lo que quiero que sea. Qué lindo
moño que le puse. Ni el Destino, ni Zeus, ni los dioses rebeldes, ni
los demiurgos, en todo caso, videntes a los que no hay que creerles,
o más vale que mientan.