Veo a las niñas de 11 años meterse en la pieza un segundo después del brillo en los ojos cuando se miran, dos segundos después de que la invitada cruza la puerta. Yo hacía lo mismo: tenía cosas importantísimas de que hablar con mi amiga, y que NADIE debía escuchar. Echar al hermano menor o a una madre charlatana era una parte molesta del proceso previo a quedarnos solas y hablar hasta que nos golpeaban la puerta para ofrecernos un vaso de chocolatada con vainillas. Me sentía de 40 años, con toda una vida que podía rememorar sin aburrimiento ni fastidio. Lo raro es que a medida que fue pasando el tiempo me sentí más y más pequeña, más y más vulnerable. A esa edad llegué a decirle a un chico que me gustaba, y el pobre casi se desmaya del susto. Mis hermanas me decían "Lolita", aunque no tenía nada que ver con el personaje (con la idea que se tiene en general del personaje), salvo las dos primeras letras del nombre.
Hace poco leí Lolita, la novela de Nabokov. La prosa es inigualable, de esas que te extirpan las ganas de ponerte a escribir una novela, o un cuento, o un post, aunque también tiene sus puntos débiles, casi llegando al final, como si el aburrimiento del lector sirviera de anticipo al final, como si el autor quisiera demostrarte que las cosas se caen por su propio peso. El final, por supuesto que ya no aburre. No quiero contar la novela, o contar lo menos posible, aunque creo que lo que voy a decir no es nuevo, incluso para los que no la leyeron.
Por la misma época en que leí la novela entré a una especie de red social para lectores, donde cada uno puede hacerse un perfil con los libros que leyó, los que quiere leer, los que está leyendo, y puede opinar y leer opiniones de otros lectores sobre libros. No entré más de dos veces, la idea de volcar mis experiencias como lectora en una red social me pareció imposible, agotadora y agobiante. Probablemente vuelva a entrar...(no, realmente no!). La mayoría acordaba que el mayor mérito del autor de Lolita había sido lograr que el lector se congraciara con el personaje, con la "enfermedad" del personaje. Que el lector comprendiera la dimensión de la enfermedad del pobre pederasta...Y sí, la novela no funciona si el lector no se mete en la cabeza del personaje, si no llega a sentirse en algún momento Humbert Humbert.
El enigma de la novela es Lolita, no hay un narrador omnisciente que pudiera decirnos algo sobre ella, todo lo que sabemos es de boca de Humbert Humbert, que crea una Lolita a imagen y semejanza de sus oscuros deseos. Pero hay una escena que escapa de su filtro mucho más que otras:
(...) Avis se colgó del cuello de su padre y aplicó su boca a su oreja, lo cual tuvo como consecuencia que aquél abrazara, un tanto mecánicamente, a su regordete y bien desarrollado retoño, vi que la sonrisa de Lo perdía su brillo y se convertía en una sombra congelada de sí misma, y el cuchillo de postre se cayó de la mesa, y su mango de plata le dio un buen golpe en el tobillo a Lolita, que gimió, bajó la cabeza y, saltando a la pata coja, con el rostro afeado por esa muestra preparatoria que mantienen los niños hasta que se ponen a llorar de verdad, se marchó a la cocina, a donde la siguió para consolarla la buena de Avis, que tenía aquel papá tan rosado, tan gordo y tan maravilloso, y un hermano pequeño igual de regordete que ella, y una hermanita recién nacida, y un hogar, y dos perros sonrientes, mientras que Lolita no tenía nada.
O peor aún, tenía a Humbert Humbert...
"Lolita" es un sobrenombre que suele aplicarse a una adolescente que se "destapa" por primera vez. Es la imagen que quedó de este personaje, la "Lolita" hija de los pensamientos de Humbert Humbert. Yo me quedo con la imagen que se desprende de esta cita, una imagen que por supuesto vende mucho menos, aunque me dejó un sabor amargo en el paladar.