domingo, 20 de enero de 2013

Instrucciones para usar un paraguas

Premisa n° 1: estación estival. Premisa n° 2: Rosario, un viernes 5 pm. Premisa n° 3: paraguas de sombrilla ancha, mango de madera barnizada, punta de acero, estampado floreado de tonos fucsias y rosados.

  El paraguas me recuerda a Fisherton, a un arbusto que se llenaba de capullos de pequeñas flores y estaba en la vereda. Es un paraguas de abuela, cuyo funcionamiento de apertura y cerrado de sombrilla revela su edad, pero es más difícil de perder que el otro azul que se plegaba hasta desaparecer (de mi vista, por supuesto). Es uno de esos raros días en que la asociación "color del cielo" + "humedad insoportable" cobró materialidad en el susodicho floreado. Por suerte...
  Viernes 5 pm (hora pico), Rosario, tiemblan los pulsos débiles. Dominó de chasquidos de apertura de esos instrumentos de tecnología mecánica que deben sostenerse con una o dos manos, según la intensidad del viento que acompaña a la precipitada lluvia. Es preferible que los diestros usen la mano derecha y que los zurdos, la izquierda. El paraguas se abre presionando un botón situado cerca del mango, si lo tiene, porque los paraguas viejos suelen perderlo, en cuyo caso debe subirse manualmente el sistema de varillas hasta que se trabe y el paraguas quede completamente abierto. Pero si no se traba por sí solo hay que reemplazar el trabado automático por la presión manual del sistema de varillas en el extremo superior del eje central del paraguas, o mejor, comprar otro paraguas, lo que no va a ser difícil porque el paragüero ambulante lo va a estar esperando en el epicentro de la lluvia. Su presencia se debe a la intuición paragüística de los vendedores (me los imagino danzando en sus patios, hasta que ven un alguacil y corren a la peatonal, en el momento preciso en que toda esa agua se derrama sobre los desprevenidos). Otra de las posibles averías de último momento se produce cuando la tela impermeable que recubre el sistema de varillas se desprende del extremo de una o varias de estas varillas (la dimensión de la avería depende de la cantidad de varillas que sufrieron tal desprendimiento) lo que puede producir que parte o la totalidad de la tela se desprenda y el paraguas quede desnudo como un árbol en otoño. El viento muy fuerte puede causar la inversión del sistema de varillas, que generalmente se puede arreglar inclinando el paraguas en la dirección opuesta, es decir, procurando que el viento ejerza presión desde la parte superior del paraguas hacia la parte inferior. Si esto no es posible se debe ayudar a restablecer la dirección correcta de la sombrilla con la mano que no está sosteniendo el paraguas, de lo contrario el viento se llevará lo que queda del paraguas, y perseguirlo bajo la lluvia va a concluir en más de una postal graciosa (fotos en las redes sociales, usted ya sabe, y hasta videos, también me llama la atención la intuición del dedo índice sobre el botón que dispara la foto en el momento preciso).
  El viento muy fuerte exige un dominio completo de la situación, a la manera de un timonel de barco en el océano.  Hay que trabajar con el viento, desplegar las velas en el momento oportuno, inclinar la sombrilla para evitar que se invierta el mecanismo de varillas, y al mismo tiempo lograr que se sitúe de manera que la lluvia nos moje lo menos posible. El secreto es ubicar el paraguas contra el viento siempre que sea posible. Es poco lo que puede hacerse cuando confluyen varias corrientes ventosas en una especie de remolino que no se entiende cómo puede producirse en la peatonal. Muchos paraguas rotos en los contenedores de basura después de la lluvia es prueba de esto. Pero el ejercicio arduo del timonel no termina en esta lucha cuerpo a cuerpo con el viento. La peatonal está llena de timoneles que quieren encontrar un refugio rápido porque el paraguas no alcanza a cubrirlos del violento verterse del agua. No todos los timoneles manejan tan bien el movimiento de inclinación y elevación, o inclinación y descenso, o elevación sola, cuando pasan al lado de otro timonel, o puede darse que ambos reaccionen al mismo tiempo, y ambos eleven su paraguas cuando ven venir de frente al otro, con cuyo paraguas terminan chocándose de todos modos, pero un poco más arriba de sus cabezas. Una buena estrategia de la señora de cartera atigrada consiste en no reaccionar de ninguna manera, logrando así que todos se muevan a su alrededor menos ella, aunque el choque es inevitable, mucha gente a las 5 pm...¡ay!  retiro lo dicho. Lo mejor es ir a tomar un café en el bar más cercano, aquel en el que los taxistas se refugian porque no quieren que se les arruine el tapizado nuevo con pasajeros mojados. Más de uno espera que las órbitas de ciertos planetas coincidan en esta situación fortuita gracias a Hollywood. (Hollywood: primera señal del final de este relato. Cuando uno cita ciertos cliché debe borrarlos o abstenerse un rato de escribir, por el peligro de que invadan todo. O mejor dicho: nada de finales felices).
Consejo para terminar este largo post: evitar que el extremo de las varillas del paraguas del vecino se incruste en alguna parte preciada del rostro. Si es necesario, torcer el dorso o arrojarse al suelo.
Tips: Como no disponemos de la intuición del paragüero, consideremos otras utilidades del paraguas que nos harán mas llevadero el hecho de llevarlos cuando no llueve: como bastón, o mejor aún, como mecanismo de defensa personal ante posibles maleantes, tan abundantes en dicha ciudad.


"Golconda (1953)" de René Magritte quien alguna vez dijo "la inteligencia de la exactitud no impide el placer de la inexactitud".