sábado, 11 de diciembre de 2010

Preámbulo

Desde el reino animal del espíritu, o ni siquiera desde ese bautizado así por Hegel, sino desde uno mucho más abajo, así que mejor dicho, desde el subterráneo del reino animal del espíritu, que nadie quiere revisar porque está lleno de cosas en desuso, oxidadas y llenas de polvo desde hace 50 años, puedo decir cosas extrañas, aludiendo a una libertad disfrazada, no de tinta esta vez, sino de caracteres electrónicos. Me arrepiento de nuevo, porque escribo desde una habitación que espía desde una hendidura el subterráneo en desuso del reino animal del espíritu, aunque quizás cuando termine de escribir esto que todavía no sé qué es, o qué va a ser cuando lo de por terminado, asuma que ni siquiera espío por esa hendija, sino que estoy más lejos, espiando a través de un pasillo con unos binoculares con aumento, lo que hace muy poco nítido lo que observo. Podría también agregar una cortina de humo en la habitación que da al pasillo en el que estoy, oscuridad o vapor de agua que empañe los binoculares, y así, en suma, estaría en una habitación oscura y llena de humo, espiando con unos binoculares empañados tratando de ver, a través de una pequeña hendija que está al final del pasillo también oscuro y lleno de humo, el subterráneo del reino animal del espíritu. Compliqué un poco la imagen, es una obsesión que tengo con los matices, bastaba con decir que estoy lejos del subterráneo y listo.
¿Y qué es eso extraño que se podría decir desde esa habitación oscura y llena de humo, incluso después de tanto mareo? Cualquier preámbulo como este, o quizás, que todos los románticos van al psicólogo así como  todos los perros van al cielo, y que puedo hablar de los románticos como si tuviera una teoría con aval científico. ¿Y los matices? Mejor los dejamos para otro día, a la manera de Scheherezade.


El túnel del tiempo- Arte de la serie de culto de 1967